julio 01, 2009

Crítica de Luis Alberto Rosas - Barranca abajo

 


lunes 18 de agosto de 2008

Entre los meses de junio y julio se estuvo presentado en la Sala Teatro San Martín de Caracas, la versión venezolana, escrita por Elio Palencia, de la pieza original del uruguayo Florencio Sánchez, Barranca abajo, una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro y El Grupo Teatro de Repertorio Latino Americano (TEATRELA) a la par que en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, se mostraba Penitentes, original del exitoso dramaturgo venezolano y que durante este mes de agosto vuelve en segunda temporada luego de perturbar al público caraqueño con su peculiar temática.

Una vuelta al teatro realista 
Barranca abajo, representa para Latinoamérica, uno de esos textos clásicos de nuestra dramaturgia, que se toman como referencia obligada cuando hay que hablar de teatro en este lado del mundo. Su autor, Florencio Sánchez, la concibió en 1905, hoy después de ciento tres años de escrita, aún impacta por su gran contenido social. Y no puede ser de otra forma, cuando estamos frente a un clásico, por eso los llamamos de esa manera, siempre están vigentes. 


                          

Escuchar el texto (remozado y adaptado por la inteligente pluma de Elio Palencia) Es estar frente a los conflictos eternos que nuestros países han sufrido desde su emancipación. La justicia territorial, la justicia e igualdad social, la opresión, la supervivencia del más apto y la supremacía de ricos sobre pobres. Hoy en día las cosas no han cambiado, seguimos transitando el mismo camino y la situación por la que pasa el protagonista de Barranca abajo, seguro la está viviendo cualquiera de nuestros campesinos en algún poblado remoto de nuestras regiones.

Don Zoilo, debe evitar que su familia se desmorone por la pérdida de sus tierras a mano de terratenientes inescrupulosos, además de luchar por la pugna interna familiar y los enfrentamientos que lo primero ocasiona. Todo parece estar confabulado para que Zoilo fracase y así sucede, inevitablemente, la desesperación y la depresión le ganan el juego y le vencen para terminar con su vida, solo, abandonado y triste. 

El director, Costa Palamides, consigue en esta puesta dibujar sin espectacularidad pero con destreza, el cuadro realista (al estilo Rengifo) de una manera extraordinaria, su veteranía y madurez como puestista le hace utilizar sus recursos intuitivos de director y su técnica conocida para recrearnos el oído y la vista con imágenes contundentes, sabe conducir a sus actores y logra inteligentemente no traspasar la línea delgada del drama al melodrama, que es lo riesgoso de este tipo de textos. 

Gracias al casting que lo acompaña, Palamides, logra hilar fino, entregando una lectura de Barranca abajo, auténtica, sincera, donde el espectador disfruta de convincentes y sólidas caracterizaciones de la mano de: las primeras actrices, Virginia Urdaneta y Nirma Prieto; el encanto y talento de Norma Monasterios, quien en este papel se crece como la maléfica cuñada que lleva las situaciones al borde del abismo; William Escalante y José Gregorio Martínez, duchos en su oficio y las jóvenes: Emily Mena y Mariela Reyes, como las hijas de Zoilo. Definitivamente un elenco que supo amalgamarse de manera perfecta para junto a su director llevar el mensaje deseado.

Un punto a su favor se apunta la Compañía Nacional de Teatro (transformada en coproductora de espectáculos a nivel nacional, en alianzas con distintos grupos) con Barranca abajo, gracias a la solidez del trabajo que por más de 20 años viene realizando TEATRELA. Era necesario y justo que después de tanto probar dieran en el blanco con una alianza estratégica muy eficaz, y no podría esperarse otro resultado cuando se cobija bajo la buena sombra que puede brindar un colectivo teatral tan profesional y serio como TEATRELA, que junto a una esmerada producción de Cocó Seijas y Juan Carlos Azuaje, colocan la guinda al helado, para demostrar que sí se puede producir con calidad y profesionalismo sobre nuestras tablas.

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