febrero 08, 2013

PESSOAS




Sinopsis

"Pessoas” no se limita a un recital musical, es un espectáculo teatral donde la música, el canto y la poesía son el eje movilizador y conductor de la historia. Realizado por artistas venezolanos, en homenaje al alma portuguesa y al sentimiento hecho canción convertido en fado, en poesía, que por su hondura y emotividad, cautiva sin importar idiomas, continentes, ni fronteras, porque si el fado no es más que cantarle a un destino, todos los hombres y las mujeres de la tierra estamos hechos de ese mismo destino, intrínseco a la condición humana. Por eso el fado nos toca de cerca, y al descubrirlo, no se puede menos que sentir que siempre ha estado allí, tan cerca, tan de los portugueses y tan nuestro como de todo aquel que tenga una emoción honda que sentir.

Este espectáculo de una hora de duración, es una postal de la historia de amor de Fernando Pessoa y Ophelia Queiroz, la única novia que se le conoció al poeta lusitano Fernando Pessoa. Ophelia, está acompañada de María La fadista, una cantante desterrada por su condición reaccionaria. 

La puesta en escena nos sumerge en una atmósfera impregnada de poesía y textos que acompañados con fados, recrean un escenario luminosamente melancólico en la que la esencia del país lusitano nos dará a conocer el pensamiento, la visión y emoción de un pueblo que tiene en su canto la herramienta más genuina para expresar la razón que los mueve a vivir.


Katty Rubesz
Dramaturga y Directora Artística





Pessoas

Algunas veces la función del crítico se satisface y regocija cuando asiste a un trabajo escénico donde la sensibilidad, la creatividad y el talento artístico se conjugan de modo que el gozo estético y el gozo intelectual pueden ir de la mano. Son de esas veces que la función de la crítica no está ante la exposición de un proyecto creador que se sostiene en base a un dramaturgo clásico, contemporáneo o de reconocimiento nacional. Son esas veces cuando la escena se inunda –por decirlo de alguna manera- de desenfado, imaginación, gracia y un destello histriónico y musical que permite la comunión con la platea tras la conjugación de cruces de miradas, cierto efecto de empatía con sonrisas furtivas y de ese intangible roce de sensibilidades que hace que el rol, papel, función de quien debe generar reflexión / análisis sobre el hecho espectacular pueda no estar en primer plano sino coincidir con ese estado “puro” de recepción que cualquier espectador –neófito o conocedor- expone al estar sumergido en el goce con lo que recibe desde la platea. Con la constatación del proyecto escénico Pessoas, espectáculo Teatro Musical coproducción entre el grupo Encuadre Teatral y el Centro de Creación Artística TET (del cual tuve la oportunidad de realizarle dos lecturas: una, cuando se expuso en la Sala “Luís Peraza”, hace unos meses atrás – y del cual percibí algunas inconsistencias de cuanto al desempeño histriónico de la actriz Alma Blanco con su trabajo de impostación, empleo de matices y aprehensión orgánica del personaje Ophelia Queiroz pero que era subsanable en el entendido que la función vista era parte de una temporada y no era lo generalidad del total para el lapso de exposición global en esa fecha cuando se exhibió al público) la cual hizo que esa atmósfera del sentimiento nostálgico del poeta lusitano, Fernando Pessoa (1888 -1935) haya hilado ese sutil encanto con lo inmanente emocional y sentimental de cada uno de los que allí como espectadores estábamos observando y disfrutando de la rotunda sencillez que se emanaba del trabajo compositivo, histriónico, musical y rememorativo de uno de los más grandes poetas europeos del S. XX. La segunda lectura de este mondo trabajo escénico lo vuelvo a ver ahora en una segunda temporada pero esta vez, en la Sala Experimental de la Casa Gallegos (CELARG) en cuyo espacio íntimo, cercano y antojadizamente cargado de una atmósfera lúdica con la canción (fado estupendamente sintetizado tanto por la musicalidad ejecutada por Gonzalo Mendoza (Guitarra Acústica) y Rodolfo Aranguibel (Percusión) sino también por la potencia de voz, desenfado histriónico para componer con emoción y armar con justeza un papel como lo era María La fadista, un personaje que siendo “una cantante desterrada por su condición reaccionaria frente a la sociedad” se atreve a ser cómplice, oyente, cantante, voz de tiempo y ser con resquicios tan humanos como una poeta heroica cuyos versos no son en negro sobre blanco sino con la espiritualidad de saberse de carne y hueso con sus flaquezas y  ansiedades y que con la soberbia entrega que nos planteó Norma Monasterios cuya vitalidad física hace que el movimiento sea grácil, que la entereza de armar dos roles y sumarlo en un bloque emotivo y la capacidad consciente de ser otro eje pivotad de este trabajo dejase a más de uno en la sala, no solo conforme sino satisfecho. No quiero hablar de Fernando Pessoa, su monumental trabajo poético, el universo de sus heterónimos, la belleza nostálgica para y con su tierra tras cada escrito sino también de esa postura extraña y sensible, huidiza y crítica, sensitiva y feroz de un bardo cuya obra atrapa por su elocuencia de un modernismo surrealista en capaz de colocar acento sobre acento al alma de quien lo lee, rememora o, sencillamente, se aproxima a su singular biografía. Pero es desde este particular universo que la trama, el drama y los personajes se dibujan por el eficaz trabajo de la dramaturga / directora, Katty Rubesz quien si mucho aspavientos, sin dorarle la píldora a nadie en cuanto a crear una monumento textual que sea capaz de hacer trizas lo convencional escénico si fue capaz de hilar fino y ofrecer un detalle humano, conmovedor, rico de imágenes, sintético en ideas y que en su no perfección de estructura dramática hizo lo que debía: colocar personajes con dimensión, generarles una situación y provocar una atmósfera a tono con lo medular del sentimiento. La dirección de Rubesz (una talentosa puestista que no está siendo valorada por la escena nacional quizás porque se ha dedicado más a trabajar que  a promocionar su saber) fue asertiva en cuanto al manejo del espacio, supo focalizar los núcleos dramáticos que si escrito tenía y acentuar en cada trabajo actoral, ese marca para que desde el compromiso del actor con el personaje, fluyese un distintivo que lo caracterizase uno del otro. Un espectáculo que dejó una grata impresión en propios y extraños. Una apuesta a expresar que el arte sin de ser alta cúspide también tiene sus honduras y sus dejos en la sensibilidad que aspira hacer comunión con eso que llamamos teatro. Sobre las actuaciones de Alma Blanco diré que fue mucho más concisa y en consonancia al amor de una mujer que admira, desea y anhela a la extraña figura que se exponía en sus facetas de personalidades escindidas pero únicas, el Pessoa poeta y humano. Una composición más encarada al espectador que la logró visualizar / oír y percibir en la dimensión interna como de acciones físicas concretas. Una Alma Blanco como la que hemos admirado y aplaudido en otros proyectos escénicos y que supo captar que con cada “subida y bajada de telón” había no una actriz sino un personaje que era capaz de decirnos cosas. Finalmente, la labor interpretativa de Manuel Chourio encarnando escénicamente a inmortal Pessoa, fue parca en su dualidad de componer / exponer esa mundo interior y esa multivoca trasnspersonalidad que lo pessoiana puede insinuar a la aprehensión del receptor sea este alguien profundamente leído / informado sobre esta figura de la literatura portuguesa o bien por lo que era ese entendido de la personalidad y humanidad del poeta. Debió haber más fuerza desde lo inmanente tras la sutileza de cada acción y con ello, crear esa proxemia orgánica con el resto del elenco. Su voz es sutil y su dejo físico le da correspondencia con la imagen de Pessoa. Es una actor que lo intuimos reflexivo e interesado en su oficio y ello no queda desdibujado en lo que nos expuso como trabajo artístico pero esperamos que más adelante en función de otros retos, Chourio crezca como profesional con toda ese bagaje y experiencias que le afirmen como promesa de la joven generación actoral que el país demanda. Pessoas en definitiva se constituyó –en mi personal apreciación- en un deleitoso momento que gratificó los sentidos y halago las expectativas de cómo pasar un rato admirando lo grato del teatro. 

Carlos Herrera




Romántico verso engalanado de teatralidad deliciosa

Divina nos ha resultado la coproducción de Encuadre Teatral y el TET, inspirada en la vida y los versos de Fernando Pessoa.

Una puesta en escena de marcado estilo vintage en la cual se incorpora el uso del video aportando brillantez a la escena, predispone el ánimo del espectador al disfrute de un espectáculo realmente fascinante y así, nos adentramos en un sueño de amor sublime.


La cuidada estética de la puesta se suma a elegancia plástica del gesto, del movimiento, de la actuación y en conjunción con la extraordinaria selección y ejecución musical en vivo nos llevan a un viaje por la vida de estos dos personajes, sus experiencias y sus perspectivas del amor, tocando tan hondo que alcanzan el alma del espectador para hacerlo sentir de una u otra manera que esa también es su historia, vivida, soñada, anhelada, frustrada… la historia particular de cada uno.


Es un compromiso tremendo asumir la tarea de trasladar versos al teatro sorteando los puntos intermedios del recital y la lectura dramatizada. Difícil además conservar el ánimo etéreo de la poesía involucrándolo en una estructura dramática coherente y accesible al público. Sin embargo, esta obra lo logra y a si se concreta un producto escénico compacto, equilibrado, rítmicamente armónico que tan solo tiene una pretensión: enseñarnos que el amor, es lo único que tenemos, lo único que nos queda.


Cualquiera puede pensar que las historias de amor están pasadas de moda pero no es así, basta percibir la sutil energía que emana del espectáculo y se entrelaza con el alma del público.


Entonces reconocemos que el romanticismo no está pasado de moda y no lo estará jamás. Podemos empeñarnos en cerrar los ojos y permitir que el peso del devenir nos arrastre más en el fondo de nuestras almas albergaremos siempre la sublime esperanza de amar.


Felicitaciones a todo el elenco por su muy bien calibrado desempeño técnico sobre el escenario, pero sobre todo, por amar el arte de las tablas y dejárnoslo saber no mediante discursos sino a través de momentos deliciosos como el vivido en la sala Alberto Ravara, centro teatral Herman Lejter de Guanare, la noche del 19 de noviembre de 2010 en el marco del XXVIII festival de teatro de occidente.


Alberto Ojeda


Pessoas 2.012
El teatro comercial vive de boletos vendidos en taquilla o por Internet. La calidad de lo exhibido depende de artistas y productores, quienes deben atrapar audiencia para lograr ingreso generoso que beneficie a todos. Eso no es exclusivo de Caracas, también ocurre en Madrid, Paris, Londres y Nueva York, donde hay inversiones millonarias en algunos espectáculos, autenticas joyas del show business.

La receta más utilizada en esas salas para agotar la boletería es el rating, el uso de intérpretes destacados en televisión o cine para atraer espectadores. Funciona con elevados porcentajes y deja pingües ganancias, pero en ocasiones no sirve por no sé qué razones o sin razones, tales como: “está fuera de pantalla”,”envejeció” o “ya no lo conoce nadie”. La excepción confirma la regla.

En Caracas, algunos empresarios luchan contra la dictadura del rating y experimentan, cual aprendices de brujos, con grupos o productores de espectáculos realizados correctamente, de contenidos serios y comprobados actores pero sin una pizca del perfume mediático que emana de la pantalla chica o de la grande.

Lo que ahora hacen los comerciantes esta fríamente calculado. Pueden perder o dejar de ganar porque convencidos están que deben buscar alternativas para que el público elija y no encuentre únicamente montajes con histriones de TV. No pretenden cambiar de ramo, quieren probar si hay lucro con el otro teatro.

El primero en usar esa estrategia contra el rating ha sido el Trasnocho Cultural y por eso muestra todavía a 
Bolívar vs. San Martín/La revancha, cuyos actores convincentes Arnaldo Mendoza e Ignacio Márquez, no hacen televisión y caracterizan a los generales en el ring side de una barriada. Dicho espectáculo termina su temporada de 12 funciones y los balances de taquilla son negativos, aunque los escasos espectadores salen satisfechos con los contenidos y las performances actorales.

La segunda carta, de las tres anti rating que usará el Trasnocho en este primer trimestre, es el espectáculo músico teatral 
Pessoas, escrito y dirigido correctamente por Katty Rubesz, con los conmovedores actores Alma Blanco, Norma Monasterios y Alexander “Zamora” Solórzano, y los diestros músicos Gonzalo Mendoza y Rodolfo Aranguibel. El cual estará hasta el 12 de febrero, con funciones: sábado y domingo a las 4PM.

Pessoas es un erudito y sentido trabajo con la poesía de Pessoas, cuyo mecanismo es el conflicto de dos féminas que ahora moran en América pero no pueden olvidar al terruño que esta muy atrás. Es una grata sorpresa que evoca a una serie de teatros poéticos-musicales de décadas pretéritas, con minima escenografía y actores que juegan muy bien con los versos, el canto o fado y la música. Nos rememoró a Tu país esta feliz por la impotencia de la protesta ante el mundo que no perdona los idealismos.

Pessoas es pues un oasis, en medio de la aridez de muchos montajes caraqueños, dedicado a todos los que hemos amado o tenemos nostalgia por la patria y recurrimos a los versos para manosear nuestros sentimientos profundos.

¿Qué pasará con este complot contra el rating? ¿Perderá el teatro? ¿Qué comerán los artistas?¿A quienes les duele el teatro?
Edgar Moreno-Uribe